-¿Ésté?, éste es más hijoputa que tú- afirmó el mozo sujetando con dificultad a aquella bestia de cuatro patas.
Greg Folksky sonrió, con esa sonrisa torcida de los que no saben sonreír.
-Lo dudo.
En efecto, a mala persona era complicado ganarle a Folksky. Aunque quizás no le faltaban razones. Nació canijo, y creció bien poquito. En otras palabras, que se había pasado toda su infancia y adolescencia siendo "el Enano" y soportando la pesada carga de bromas y chistes que eso traía aparejada, una carga que le había impedido integrarse en el grupo y hacer amigos. Él decía que no le importaba. Mentía.
Con sus hechuras, y un antecedente familiar en forma de tío, Folksky acabó en la escuela de aprendices del hipódromo. Y ni allí fue capaz de quitarse el apodo de "el Enano", ni de hacer amigos. Eso da perfecta idea de lo bajito que era, y de sus pocas habilidades sociales.
Crecer a lo alto no dependía de él, pero crecer a lo ancho sí, por lo que Folksky se volvió un apasionado del gimnasio. Resultado: Greg Folksky se convirtió en un curioso ser, casi cuadrado, como un guerrero sacado de una historia de fantasía. A él le habría encantado ponerse incluso más fuerte, pero los límites de peso que atan a todos los jinetes profesionales se lo impidieron. Aun así, había gente que se le quedaba mirando por la calle, y que recibía el "¿qué miras, gilipollas?" de rigor.
Con la misma fuerza de voluntad demostrada en el gimnasio, Folksky había logrado convertirse en un jinete de primera línea a escala nacional. No obstante, era bien poco popular debido a su carácter arisco y huraño, además de por el modo desconsiderado y brusco, casi cruel, con el que trataba a los caballos. "Ése no me cae bien ni cuando ganamos", había afirmado en cierta ocasión un prestigioso propietario.
Así era Greg Folksky, más conocido en el mundillo de las carreras de caballos como "el Enano Hijoputa", o, simplemente, "el Hijoputa". Él lo sabía y decía que no le importaba.
Quizás mentía.
No hay comentarios:
Publicar un comentario