Aparentemente, todo nace de que los monjes copistas eran unos vagos (en todas partes cueces habas -que no abades-, y más en los monasterios donde, como es bien sabido, todos los frailes han sido antes cocineros): en vez de poner dos enes, se le hacia a una la raya encima (vamos, como peinándola). "Virgulilla" se llamaba el invento, y de la mezcla de N y virgulilla nos nació la letra Ñ.
No es exclusiva del Español (de mote, "Castellano"), ya que también aparece -por ejemplo- en el alfabeto del "Wólof" (que se habla en Senegal), pero me atrevo a afirmar que para nadie significa tanto como para los hispano-hablantes.
Porque es el escudo de esa lengua común que tenemos por bandera, porque nos une y nos diferencia de otros idiomas y de otras culturas, y, en especial, porque nos permite decir: "¡Coño!" y quedarnos tan a gusto.
¡Lástima que, como con tantas otras cosas, a veces sólo la apreciemos en todo su valor cuando la tenemos lejos! (Si alguna vez ha intentado escribir un blog en Español desde un ordenador del Reino Unido, sabrá a qué me refiero).
Por eso, y por mil cosas más, ¡viva la "Ñ", sin duda, mucho más que una letra!
2 comentarios:
Que viva la letra Ñ.
¡¡¡Viva!!!
(Gracias por visitar el blog y dejar un comentario).
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