Las finales europeas que no conocí, aquellas que se veían en blanco y negro, y echando imaginación, eran menos espectaculares pero más románticas que las de ahora.
Me habría gustado vivir, es un ejemplo, la de la Copa de Europa de 1967, ésa en que nadie en la alineación que el Celtic de Glasgow presentó había venido a este mundo a más de 50 kilómetros de dicha ciudad. Frente a ellos, un Inter de Milán sin un solo extranjero.
Parece de broma en estos tiempos que corren: escoceses contra italianos, sin otros pasaportes de por medio.
Ganó el Celtic, un equipo todavía recordado por aquellas lluviosas (¡si yo le contara!) tierras como los "Leones de Lisboa", la ciudad sede del encuentro.
Nostalgia veraniega de una época que me perdí y que, me temo, se fue para no volver.
(Por cierto, el último equipo que ha ganado la Copa de Europa sin extranjeros fue el Steaua de Bucarest de 1986. Todos rumanos, oiga).
Los "Lisbon Lions", en imagen que colmaría de espanto e hilaridad a cualquier moderno experto en marketing e imagen.
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