Si hay algo que no le falta a ningún pueblo de España son viejos.
Los de Gracia del Río no son demasiado originales, por no decir nada. Se reúnen en un banco de la plaza del pueblo a tomar el sol, descansan la barbilla en la empuñadura de sus garrotas y se dedican a filosofar cotilleos.
Hace ya bastantes años, al maestro de turno se le ocurrió la jocosa y original (pero poquito) idea de llamar a aquella reunión de sabios más por viejos que por diablos el "Sanedrín".
Inevitablemente, aquello degeneró en "el Sidrín".
Es, no obstante, el círculo más exclusivo del pueblo, y sólo se entra en él por rigurosa invitación de uno de los miembros. En concreto, un día se pasa por su lado, y alguno te chilla entre dientes: "Fulanito, cojone, siéntate a charlar una miaja".
En ese momento, uno se ha convertido en miembro vitalicio de "el Sidrín", y, de paso, recibe la confirmación de que se ha terminado de hacer viejo.
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