Discutir de fútbol con un taxista es uno de las pequeños grandes placeres de la vida. Lamentablemente, Blas no era del todo válido para ello, al menos, de un modo tradicional.
Blas sostenía una curiosa teoría, que se puede ser muy aficionado al fútbol sin ser de un equipo en concreto. Las reacciones entre sus paisanos iban desde la incredulidad a la indignación.
"Mira, Blas, el español futbolero puro es del equipo de su tierra, y, además, un poquito del Madrid o del Barcelona", le decía Marcial.
"Macho, uno no disfruta viendo jugar bien al fútbol a secas, tiene que ser tu equipo el que lo haga", apostillaba Santiaguín.
"Además, parte de la gracia de que ganen los tuyos es que pierden los otros", remataba Iván.
A todo esto, el brutote del taxista le daba por respuesta gruñidos y bufidos, y algo así como: "¡Que yo no soy de equipo ninguno! ¡Si acaso, de España!".
"Eso no vale, amigo, a no ser que conozcas a gente de otros países a la que poder restregrarle las victorias por el orgullo".
No hay comentarios:
Publicar un comentario