Los pocos viajeros de paso por Gracia de Río tenían bien pocas opciones de alojamiento. De hecho, sólo disponían de una: alquilar alguna de las dos habitaciones que tenía libres la señora Encarnación.
"Doña Encarnación, habitaciones (2ºB). Trato familiar, agua caliente y televisión en colores", rezaba un modesto y vetusto cartel en el portal del 12 de la calle Doctor Pérez-Piñón.
Todo esto, obviamente, chocaba como dos trenes con las ansias de promoción turística de Iván, el alcalde. Su deseo habría sido crear un hotel en condiciones en el pueblo, pero, en mitad de un ataque de cordura y prudencia, se limitó a intentar poner al día lo que ya había.
Así fue como nació la pensión "Monte-Carlo" (nombre pensado por el propio Alcalde y que extrañó a los vecinos, porque el único monte que había en las inmediaciones era el Monte Pitón, ese mismo donde Maroto buscaba histérico refugio con tanta frecuencia).
Se cambió la placa, se adecentaron las habitaciones y hasta se adquirieron televisores con mando a distancia. Esfuerzo, que, sin duda, agradecieron los clientes del negocio, que siguieron siendo bien poquitos y siempre de paso.
Por cierto, caballero, si en el bar de Matías le cuentan cierta milonga de que es mejor atrancar la puerta de su habitación y dormir con un ojo alerta, puesto que la señora Encarnación es dada a las visitas nocturnas de intenciones poco decorosas, no se lo crea...del todo
Aunque, yo que usted, tampoco bajaría la guardia, que, como dijo Marcial, "se rumorea que en esa pensión la patrona es más dada a deshacer camas que a hacerlas".
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