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sábado, 8 de agosto de 2009

Gracia del Río (Un Pueblo con Poco de Ambas). Maroto se Echa al Monte.

-Señor alcalde.

-Dime, Marcial.

-Maroto.

-Joder.

-Ya.

-¿Has avisado al cabo Requejo y al Páter?

-Afuera nos esperan en el coche.

-Pues, hala, vámonos.

Pedro Maroto era un señor perfectamente normal, amante padre de familia, responsable empleado de banca y eficaz contable.

Una verdadera lástima que se le cruzaran los cables de tanto en vez. De modo imprevisible, por las causas más peregrinas, Maroto perdía los papeles, buscaba su escopeta y su munición, y se echaba al monte.

Y había que ir a buscarlo, responsabilidad que recaía -aburrida y desagradable- en el Alcalde, el cabo de la Benemérita y el Señor Cura.

-¡Pedro!, ¿qué pasa, hombre?

-¡Váyanse!

-¡Pedro, baja, coñe!

-¡Irse, que disparo!

-¡Maroto, venga aquí de inmediato!

¡¡¡Piiiiiuuu!!! (disparo de Maroto, alejado de su blanco).

-(No le caliente, mi cabo, que le está mejorando la puntería y nos acabará acertando un día de estos).

-¡Pedro, hijo mío! ¿Qué te aflige?

-¡Que se me ha roto la lavadora!

-(Hay que fastidiarse).

-(Calle, cabo)...¿Y por qué no avisas a Peral?

-¡La maldita garantía! ¡Se pasa y a la semana siguiente se tiene que romper el aparato!

-¡Pues te compras otra, hijo, que tienes buen sueldo en el banco!

-¡Si no es por el dinero, Padre, es por la rabia!

-(En eso lleva razón).

-(A mí me pasó lo mismo con el televisor, y gracias a que me paró la pariente, porque ya tenía al cacharro encañonado para meterle dos tiros. Si es que parece que lo hacen aposta los de las fábricas).

-(¡Qué verdad más grande, mi cabo!)

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