A Javier Sánchez Corbeta se le hizo único entre la legión de "Sáncheces" que poblaban las listas de Secundaria a través del mote "Chánchez". No pregunten quién tuvo la feliz idea, porque nadie lo sabe. El apodo se remonta a la noche de los cursos escolares, y se ha mantenido por tradición oral, como las leyendas o las canciones infantiles.
"Chánchez" no destaca por nada, ni tan siquiera por tener ganas de destacar. Es "cinquista" profesional a golpe de trabajo diario y gota gorda, con algún desliz en forma de cuatro en matemáticas o el lujo ocasional de un seis en religión. En clase es callado y manso en el patio, hasta tal punto que nadie sabe si lo del mote le agrada o le da centenares de patadas. Él se limita a sonreír por lo tímido y seguir a lo suyo.
Si quiere saber la verdad, "Chánchez" preferiría que le llamaran "Javi", pero ese es un sueño al que renunció en algún punto de la primaria profunda. Lo que realmente le hace sufrir es que se mata a estudiar para ir tirando con sus estudios y parece que nadie se da cuenta, o, al menos, nadie se lo demuestra, ni tan siquiera "el Trestuestes", que va de cercano y sensible.
Duele que sólo se reconozca el mérito de los flamantes campeones, y no el de los corredores que lo dan todo para terminar la carrera sin perder el paso del grupo.

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