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jueves, 9 de abril de 2009

¿Que hable de los cables? ¡No me hables y échame uno!

Cada vez que compro un nuevo cacharrito electrónico, hay dos cosas que me hacen temblar: el libro de instrucciones tan gordo (aunque luego no es para tanto, no está obeso, sino en ocho idiomas) y los cables.

Miro desesperado los extremos, con su logo corporativo correspondiente y una clavija rara y exclusiva. Más cables para la colección. Conexión al ordenador, al televisor, a la red eléctrica...

Como uno tiene firme propósito de ser ordenadito con las cosas del ordenador, lo echo todo a mi "cajón de los cables", auténtico nido de serpientes negras donde se arremolinan y (tragedia) enredan conexiones de móviles, MP3s, cámaras de fotos y demás. Y cada vez que me toca buscar uno, no hay más remedio que armarse de paciencia y valor, volcar el contenido y darse al rebusque al más puro estilo rebajas.

Por no hablar de los cables fijos: del ordenador a la red, del monitor a la red, del ordenador al monitor, del ordenador al disco duro externo, del ordenador a...¿hace falta que siga? Menos mal que soy cinturón negro de "Disimulaki" y lo tengo todo más o menos escondidito.

Afortunadamente, la tecnología inalámbrica hoy avanza que es una barbaridad, pero, incluso así, me temo que jamás conseguiremos librarnos para siempre de esos bichos escurridizos e imprescindibles, por otro nombre cables.

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