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domingo, 11 de enero de 2009

Cuentos de Hadas que Terminan Regular: El Coreógrafo de la Candidata.

Tomás Corral, coreógrafo de profesión, maldijo entre dientes por enésima vez al político norteamericano que había empezado aquella absurda moda, al tiempo que falsificó una sonrisa hacia su ilustre alumna.

-No, Piedad, es primero el derecho y luego el izquierdo.

-¡Pues a mí me parece que queda más bonito así!

-Sí, la verdad es que tienes razón.

¿Para qué discutir? El ridículo lo iba a hacer ella. Y todo por querer seguir la estela de John W. Myers, ex-bailarín profesional y flamante gobernador del estado de Dakota del Sur. Myers había iniciado y cerrado sus intervenciones en los mítines de campaña con unos trepidantes pasos de danza moderna al son de la sintonía de su partido, y todos los analistas coincidían en que eso le había dado mucha popularidad y un buen puñado de votos. Así que Piedad Sevilla, candidata a la alcaldía de Castellón, había decidido hacer seguir los pasos de Myers (nunca mejor dicho). El problema es que ella no era ex-bailarina. Ni habría podido serlo, puesto que sus carencias para el mundo de la danza abarcaban todo el espectro, desde la falta de ritmo hasta la carencia de tipo. Cualquier persona con un mínimo de objetividad se habría percatado de esto, pero Piedad Sevilla vivía y pensaba con su soberbia.

Llegado el día del primer mitin, Tomás no sabía si llorar o reír. Embutida en una ropa que no era ni para su física ni para su edad, Piedad repasaba con sus asesores el discurso, al tiempo que hacía unos grotescos ejercicios de calentamiento.

-¿Cómo estoy, Tomás?

-Divina.-respondió el coreógrafo al tiempo que se sentaba, sin duda vencido por el peso de su mentira.

Piedad Sevilla arrasó en aquellas elecciones, y recibió buenísimas críticas de sus exhibiciones de baile -los pelotas profesionales tienen un olfato inmejorable para detectar quién va a ganar en las urnas-. Habría vencido de todos modos, pero nadie se arriesgó a decírselo.

A Tomás Corral, por su parte, jamás le volvió a faltar una subvención oficial. Sólo era cuestión de llamar a la puerta correcta.

Y este es nuestro cuento de hadas de hoy. La historia de un joven que soñó con bailar por todo el mundo y logró su sueño. La pena es que no lo hizo por tener un talento especial, sino porque le siguió el juego a una cuarentona con delirios de grandeza política.

1 comentario:

Alcuin Bramerton dijo...

After all that, I need a good cup of tea and a hot buttered crumpet. It is winter over here on Planet Earth.