Hay quien dice que la profesión más peligrosa es matador de reses bravas, bombero o percebeiro. No discuto tales afirmaciones, pero ser fontanero también tiene lo suyo.
Porque cuando a un fontanero le invita un amiguete a comer es como cuando a una tía le propone un tío subir a tomar la penúltima: sí aceptas, ya sabes a lo que vas.
"Oyes, macho, ya que estás, que tengo un grifo que me gotea y es que no me deja dormir. ¿Le podrías echar un ojito?"
(Y no le se ocurra decir que no ha traído la herramienta, es inútil: ellos tienen").
Y no son sólo los fontaneros, claro está: informáticos que se toman el café pegándose con el ordenador (que, para más RIP, es "de sobremesa"); cantantes que dan un recital lírico por la patilla (y con la paletilla aún atravesada) o mecánicos arrastrados a punta de chantaje emocional hasta el garaje para conjurar "ese ruido tan raro que hace la rueda de atrás".
En fin, hijo mío, si quieres tomarte el torrefacto entre risas, relax y una cierta modorra, hazte registrador de la propiedad.
"Bueno, por lo menos la paella estaba bien rica".
Música a cuento de...Aguantar estoicamente tener que hacer trabajillos de todo tipo por aquello de las relaciones humanas: "He ain't heavy, he's my brother" de los Hollies. (Ya sabe, pulse al botón de Play de la derecha).
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