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miércoles, 3 de septiembre de 2008

En los límites (razonables) de la publicidad.

Observe este anuncio de la "Pepsi-Cola" (Así se la llamaba en mis tiempos), emitido en Estados Unidos a mediados de los 90.

Resumen, por 7 millones de puntos, avión de caza al canto. Obviamente, nadie se va beber tal cantidad de plata negra (y burbujeante) por lo que no es precisa mayor aclaración.

Lástima que otra brillante Pepsi-Cabeza decida dar la posibilidad de comprar puntos por 10 centavos. O sea, la camiseta por 7,5 dólares, la chaqueta por 145, las gafas de sol por 17,5...el avión por 700.000 dólares.

John Leonard era un chaval espabilado. Contactó y convenció a cinco inversores y mandó a la Pepsi 15 puntos y un cheque por valor de 700.008,50 dólares (había 10 dolares por gastos de manipulación y envío). Buen negocio, teniendo en cuenta que el avión superaba los 30 millones.

La Pepsi se cachondeó del chaval, la cosa pasó a mayores y sólo los tribunales libraron a la refresquera de tan caliente patata asada (que, por cierto, van muy bien con la Pepsi).

Así que, la próxima vez que vea un anunció en que un tipo sobrevive sonriente después de caer en su coche por un barranco, y un letrerito le aclare que se trata de "una ficción publicitaria", no se sorprenda tanto.

(Por cierto, ¿por qué no ponen el dichoso cartelito en los spots en que se convence a un adolescente a través del diálogo?)

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