Decía la leyenda que el apodo de "Corazón Podrío" se lo había puesto su mamá cuando él tenía 5 añitos. Nadie mejor que una madre para conocer a su hijo, pues el sobrenombre le definía perfectamente. ¿Cómo llamar si no al criminal más despreciado, temido y buscado del reino? ¿Qué nombre para un hombre que había jurado cometer todos los delitos posibles?
Toda la población de aquel lejano país estaba harta y asustada por las fechorías de "Corazón Podrío" pero, pese a que el sabio rey había ofrecido la mano de su hija al que le trajera (viva o muerta) la cabeza del criminal, ningún príncipe había logrado hacer aquel cambalache de partes del cuerpo. De hecho, ni uno solo había sobrevivido al intento, y eso que hadas madrinas varias les habían apoyado con hechizos y poderes surtidos. Debía ser por tanta mortandad, y porque la princesita ya rondaba los 50, que hacía bastante tiempo que nadie intentaba la hazaña.
Hasta que un buen día, se presentó ante el rey un misterioso caballero embozado, y le garantizó con ronca voz que capturaría a "Corazón Podrío" a cambio de todo el oro del reino.
-¿No preferís a la princesa?
El misterioso embozado negó con la cabeza.
-Es que, si os doy toda nuestra riqueza, ¿de qué vamos a vivir mis súbditos y yo?
El misterioso embozado se dio media vuelta y se encaminó a la puerta.
-De acuerdo, de acuerdo. Nos apretaremos el cinturón, todo sea por la ley y el orden.
-Muy bien, poned vuestro sello real en este contrato de compromiso. Antes de que termine esta misma mañana, tendréis a vuestros pies la cabeza de "Corazón Podrío".
Y el misterioso embozado se marchó por donde había venido, dejando al rey más perplejo que un bombero de Teherán en las Fallas de Valencia. Aún así, y pese al ataque de histeria que le dio a su tesorero real, mando que prepararan grandes cofres con el botín pactado.
Los minutos pasaban lentamente, pero no tanto como para no convertirse en horas y, por fin, la mañana estaba a punto de volverse tarde. El rey ya empezaba a dudar de aquella promesa, cuando, de sopetón, se abrió la puerta de la sala del trono y el misterioso embozado se presentó con un saco al hombro chorreando sangre. Avanzó hasta llegar ante el rey y vertió su carga: ¡la cabeza del mismísimo "Corazón Podrío"!
-¡Albricias, misterioso embozado! ¡Habéis triunfado donde cientos fracasaron! Todo el oro de mi reino es vuestro, mandaré que lo carguen en un carro para que os lo llevéis...Por cierto, ¿es mucha indiscreción preguntaros cómo lo habéis logrado?
-Fue sencillo, soy doctor en leyes, y me di cuenta de que "Corazón Podrío", en su afán de cometer todos los delitos posibles, debía haberse agenciado un código penal y estaba delinquiendo por puro orden alfabético...Sólo me quedaba esperar que llegara al suicidio, lo que calculé correctamente le tocaba esta mañana.
-Así pues, ¿no habéis matado a "Corazón Podrío"?
-No, únicamente me he pasado por su guarida y cortado la cabeza de su cadáver envenenado.
-O sea, que he arruinado a mi reino por algo que habría conseguido sin soltar un solo gramo de oro.
-Exacto.
-¡Joder, cómo sois los abogados!
Y el misterioso y embozado abogado se marchó forrado hasta las trancas de ese lejano lugar, que se quedó en paz, tranquilidad, y también en la miseria total.
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