Una de tantas frases antológicas que la Princesita Azaharlelí había escuchado de las blancas dentaduras de sus príncipes pretendientes durante los últimos años. Peor fue el caso del osado don Beltrán de Tarantatán, azote del Sarraceno, verdugo de más de mil dragones. A este hubo que darle un Lexatín.
"Mira, hija, mientras ser feo en el caso de un hombre sea una falta, pero en el caso de una mujer constituya un delito, no voy a hacer carrera de ti. Y como tú te empeñas en mandar a freír espárragos cojonudos a tu pobre hada madrina...". Esto era el repetitivo y repetido discurso de su padre el Rey Bultragás. Porque, por supuesto, la Princesita Azaharlelí tenía buen corazón y todo eso, y su Hada Madrina le había propuesto una y mil veces volverla bellísima en premio a su bondad, pero la Princesita, terca, decía que ella era así y que no quería pasar por el hechizo estético.
Y así estaba el cuento, todo empantanado, porque ni la Malvada Madrastra veía razón para intervenir ni había monstruo alguno en todo en Reino con narices para secuestrar a la Princesita. Por no hablar del Espejo Mágico, que llevaba en huelga desde tiempos inmemoriales bajo el lema: "Si te quieres ver la cara, mira un billete de 50, que sales".
Hasta que un buen día, harta de todo el tinglado, la Princesita Azaharlelí hizo la maleta, se despidió de su Padre Bultragás, de la Malvada Madrastra y del dichoso espejito y marchó al País de los Personajes de Cuento de Hadas Exilados. Allí fue feliz a ratos y comió perdices cuando tocaba en el menú del Comedor Popular que habíta montado "Contestatario" (el octavo enanito).
El tan ansiado retorno de la "Música a Cuento de..." con Nimrod de Elgar. A mi me suena a cuento de hadas. (Pulse el Play en la ventana de la derecha para escucharla).
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