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miércoles, 30 de julio de 2008

DecaMetrón (Línea 4).

"Pinar de Chamartín", "Señorío de Rivas" o "Coto del Marqués" eran nombres lógicos para una urbanización. "Edén de Manoteras", ¿de quién habría sido la feliz idea? Seguro que del insensato de Hortaleza, uno de sus socios en aquella constructora al filo de la quiebra.

Pasear sin rumbo fijo por el Parque de Santa María en las tardes soleadas solía traerle buenas ideas a la mente, pero aquel día ni los rayos del generoso San Lorenzo parecían inspirarle. Giró sobre sus talones en silencio hacia la razón de su desgracia, con la absurda esperanza de aquel Mar de Cristal se hubiera esfumado de golpe. Inútil, ahí seguían todas los dichosos ventanales de los dichosos pisos sin vender de la dichosa urbanización "Edén de Manoteras". Le temblaron las Canillas, una vez más. No había Esperanza, sólo ruina.

"¿Por qué te fuiste, Arturo? Soria era y es tu sitio natural, tu hogar, tu Avenida de la Paz. Pero, no, tenías que ganar más dinero en la capital. Gilipollas". Llevaba semanas torturándose con esta absurda y machacona reflexión. Aunque lo que peor llevaba era la humillación que suponía vender las mantequerías que su abuelo fundara en tiempos de Alfonso XIII. Soria es un sitio pequeño y hay gente con muy poca caridad y muchas ganas de guasa.

"¿Dónde se han ido los tiempos de Prosperidad? Yo, que cogía un descampado y lo enladrillaba enterito hasta que parecía cualquier Avenida de América. Yo, que vendía los pisos como churros, que hasta tres de una tacada de le coloqué a un tal Diego de León. Gregoria, mi mujer, esa si que fue Lista. Trincó la pasta cuando había y se largó con un vividor serbocroata. La Goya siempre fue mucha Goya. Hasta el cuadro de Velázquez que teníamos en el comedor se me llevó". Así se seguía martirizando sentando en un banco del parque, al tiempo que degustaba un bocata de jamón serrano. Serrano, él que había dado fiestas con corte simultáneo de hasta diez piezas de pata negra.

"¿Cómo será la cola del paro? ¡Un Colón debe ser, según están las cosas! Lo mejor será dejarle el pufo a Alonso, Martínez y el botarate de Hortaleza y darse a la fuga. Sólo yo se lo del pisito de Bilbao, allí jamás me encontrarán. Una nueva vida, una nueva identidad...Quizás hasta me compre un San Bernardo, siempre quise tener un chucho de esos pero la Goya se negaba en rotundo". El hilo reflexivo de nuestro amigo Arturo fue bruscamente interrumpido por dos policías de paisano.

"Jamás debí asociarme con ese imbécil de Hortaleza. Alguien que no comprende que no conviene dejar pruebas escritas de los sobornos no es buen compañero de negocios", pensaba mientras lo enviaban certificado en un coche policial a la comisaría de Argüelles.

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