Villaverde, Alto lo que se dice alto no era. Para ser sinceros, tenía más planta de taxista de la vieja escuela (de esos que jamás traicionarían a su San Cristóbal por un GPS) que de jugador de baloncesto.
"¿Cómo es posible que Villaverde, Bajo, Cruce el charco atlántico con destino a la Ciudad de los Ángeles para fichar por la NBA?", se preguntó escandalizada una prestigiosa pluma de la prensa deportiva de café-bar.
Igualmente perplejos se quedaron los directivos del club de procedencia, pero habiendo tantos dólares por medio, se tragaron la sorpresa y se limitaron a tributarle el emotivo homenaje de rigor en su último partido en España: un club baloncesto San Fermín-Orcasur motor basket.
A su llegado a Estados Unidos, Villaverde se vio preso de una apretadísima agenda: reconocimiento médico en Hospital-12 de Octubre, presentación a la prensa-13 de Octubre...
"Ha cambiado los Almendrales de su pueblo por las palmeras de California", fue el agudo y aguado comentario del endiosado periodista Matías Legazpi, cuya masculina planta y modulada voz llevaban lustros haciendo las Delicias del ama de casa española.
Contra lo que tantos tontos pronosticaron, Villaverde resistió con admirable entereza los Palos de la Frontera entre el baloncesto europeo y norteamericano, y se convirtió en otro más de la selecta corte de Embajadores del deporte español. Su retorno a España, terminada la exitosa temporada, fue una ristra de homenajes (con improvisado Lavapiés incluido en un de ellos).
Villaverde era un nuevo dios Sol de baloncesto, aunque en privado confesaba que su mayor alegría era "haber Callaó la boca a todos esos que decían que iba a fracasar". En efecto, las voces oscuras y agoreras del pasado ahora se le abrazaban chorreando alabanzas en cualquier Plaza de España. Por Ventura, Rodriguez Losada -puntiagudo analista radiofónico- fue el caso de mayor escándalo, pues de afirmar incorrecto: "Yo arguyo y tú Argüelles que este no dura ni una semana en la NBA" pasó a exigir, voz en grito al micrófono, que Villaverde ocupara la presidencia de la nación en el mismísimo palacio de la Moncloa.
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