Lo dije antes, y ahora lo mantengo. Odio el papeleo. Aunque sólo sea por pura solidaridad con los papeles mismos. Todos las hojas nacen iguales en dignidad y derechos, ¿por qué unas acaban siendo un bello poema y otras un impreso B-12-03 de control?
¡Qué cruel destino el del folio que muere, aún joven y virgen de tinta, habiendo sido nada más que una bolita de papel en un aula de secundaria! ¡Con qué envidia contempla, mil veces tachado, arrugado y hundido en fondo de una impersonal papelera, el sucio a la copia en limpio! ¡Cómo se lamenta el impreso B-12-03, como un moderno Conde de Montecristo, preso para siempre en la carpeta de un archivador, sabiendo que nunca jamás se habrán de posar unos ojos lectores en él!
El único consuelo que les queda a todos esas hojas desdichadas es la confianza en una reencarnación reciclada. Un borrón y cuenta nueva que los devuelva, nerviosos y expectantes, a un paquete de 500 folios en los estantes de una papelería.
¿Hay mejor fin para una cuartilla?
"Música a cuento de..." un folio de papel. Este "The End of the Affair" de Michael Nyman no parece tener mucho que ver (sobre el papel), pero si uno lo escucha, quizás se le aparezca en la mente la imagen de un folio abandonado. Sólo quizás.
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