La gente importante llega a nuestra vidas sin invitación y se marcha sin permiso. Es una ley que se cumple, por ejemplo, en cualquier fin de ciclo escolar.
Haga un ejercicio de memoria, intente recordar a todos aquellos amigos de la infancia y la adolescencia a los que juró que jamás olvidaría. Vamos, remóntese a un mes de Junio de hace 20, 30, 40 años...Sí, la mente recibe un aluvión de caras y anécdotas, ya todas entremezcladas y difusas por el paso del tiempo. ¿Qué habrá sido de ellos? ¿Por qué incumplimos aquel sagrado pacto de no perder el contacto? Saboree un rato más la nostalgia y tírela cuando empiece a saberle empalagosa o amarga.
Y acepte el fabuloso poder ilusorio de las despedidas, con su feroz perdida de perspectiva, un momento donde todo el mundo parece ser mucho más importante de lo que realmente es.
Lágrimas, abrazos y promesas solemnes. No tardaran en secarse y quedar como una flor marchita y olvidada en un recóndito callejón de nuestra memoria, esperando que algún venturoso capricho del destino -quizás un blog- la resucite por un ratito que durará lo que tarde la urgencia del día a día en volver a pisotearla.
Y, ya, si realmente tiene la tarde valiente, saque las fotos de la caja del cajón. "¡Joder, qué patillas! ¡Joder, qué gafas! ¿Cómo se llamaba este tío? A ver si un día de estos me pongo y las paso todas a un CD..."
"Música a cuento de..." nostalgias escolares. "Carpe Diem", compuesto por Maurice Jarre para la banda sonora de "El Club de los Poetas Muertos".
No hay comentarios:
Publicar un comentario