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lunes, 12 de mayo de 2008

Elogio de la grapa. (¡Una grapadora, mi reino por una grapadora!)

¿Quién no ha experimentado la desagradabilísima sensación de precisar una grapadora y no tenerla? ¿Cómo explicar la profunda frustración de encontrarse que la grapadora no está preñada de grapas?

A mí me pasa a diario. Grapar justificantes al parte de asistencia, grapas notas en el corcho, grapar, grapar, grapar...En una oficina o en un colegio, quién controla la grapadora, tiene el poder.

¿Sabía usted que la primera grapadora fue creada para uso exclusivo del rey Luis XV de Francia? Como dictan los cánones de la historiografía popular, se dice que las grapas que usaba eran de oro. Por otro lado, y si me permiten el chiste macabro y facilón, menuda ironía que el sucesor del primer usuario de una grapadora viera su propio cabeza tan bruscamente separada del tronco.

Pero no fue hasta el siglo XIX que el entrañable y tan utilísimo cacharrito llegó a nuestras vidas y nuestros corazones (bueno, principalmente a nuestras mesas de trabajo).

Pues nada, mi sencillo y sincero homenaje al aparato que unió en eterno y burocrático matrimonio a tantos y tantos folios manuscritos y fotocopiados (no como el casquivano clip, que nunca sabes cuándo te va a traicionar). Por muchos años, y usted y yo que lo veamos.

Grapadora que la empresa Jones ofrecía a finales del siglo XIX. Por cierto, el propio diccionario de la RAE confiesa que el vocablo "grapa" llega al castellano a través del catalán. Como se enteren algunos que yo me sé, ciertas publicaciones van a dejar de presentarse grapadas.

"Música a cuento de..." material de oficina: "La máquina de escribir" de Leroy Anderson, base de un inmortal número del gran Jerry Lewis.

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