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sábado, 10 de mayo de 2008

El alumno disruptivo: fondo y forma.

Antes se les conocía como chavales traviesos, charlatanes, pesados o incluso, de modo eufemístico, movidos. Ahora, gracias a la consabida moda de buscarle un nombre raro, cursi e inglés a todo, son los "alumnos disruptivos".

Por dar una descripción también muy actual y televisiva del asunto, son los chicos y las chicas que "contraprograman al profesor". O sea, que ofrecen a sus compañeros contenidos alternativos y más interesante que la clase. Se puede tratar de espacios de humor (el típico chistoso compulsivo y a voces), guerra (las aulas españolas albergan a auténticos Napoleones de las bolitas de papel), corazón (cotilleo por la cuchicheada o en notita-mail)...Todo con tal de que los alumnos no le concedan al profesor su préstamo de atención.

Hay quienes los idealizan, maquillando su comportamiento de supuesto inconformismo, rebeldía ante el sistema escolar o la sociedad en conjunto. Por mi parte, yo les sugiero que se rebelen contra Vodafone, Sony o Beefeater; que también son parte del "podrido sistema", pero bien que compran el producto sin rechistar.

Están los que se apiadan de ellos y ellas, justificando su comportamiento por sus problemas en casa, la calle o, simplemente, echando la culpa a eso tan socorrido de "la edad". A esos, yo les pido que nos guarden un poquito de tarta de compasión a los profesores, que como decía el Otro, "si nos pinchan, ¿no sangramos?".

Y, por último, tenemos a los que achacan el problema a la ineficiencia del sistema escolar y a los propios profesores, porque hacemos las clases muy aburridas y no sabemos motivar. Y tienen todita la razón, deberíamos tomar ejemplo de todas esas academias que anuncian en la tele, donde se motiva en condiciones y el aprendizaje es muy, muy divertido. Lástima que cierren tan rápido. Me pregunto la razón.

"Mire usted, es que mi niño es un superdotado, se aburre en clase y por eso incordia tanto. Vamos, como el 'Eisten' mismamente". Sí, mismamente, señor mío.

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