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sábado, 3 de mayo de 2008

Cuestión de pelotas. (Adula, que algo queda).

Basta un breve paseo por San Google para descubrir que la expresión "hacer la pelota" tiene el origen soñado. "Pelota" también significa prostituta (que no lo digo yo, que lo dice la RAE) y, por extensión, "hacer la pelota" era simular para darle gusto al cliente.

Dicho lo cual, que nadie espere que ahora me ponga a poner a parir a los susodichos, que el que esté libre de pecado, que tire la primera pelota. Todos hemos "adulizado" en algún momento de nuestra vida. Es una simple cuestión de supervivencia. El poder es vanidoso, y la vanidad se nutre de mentiras muy bien dichas. Lo bueno es que, en el proceso, caga buenas notas, aumentos de sueldo y mecenazgos varios.

No hay grande de la literatura que no dedicara una obra al señor que pagaba la facturas; no hay maestro del lienzo que al que no le tocara idealizar más de lo idealizable a la horrenda niña del señor marqués; no hay mago de la partitura que no haya perdido horas de sueño y talento escribiendo marchas militares para militares sin marcha.

En conclusión, que en el juego del peloteo entramos y salimos todos. Lo importante es no creerse nada. Ni de lo que se dice, ni de lo que se escucha.

Lo malo de hacer la pelota es ese desagradable regusto que deja en el paladar. Los sabores van desde el zapato bien embetunado hasta el glúteo humano y peludo.

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