Afortunadamente, sólo es unos pocos días al año. Alguien nos asalta por calle para cobrarnos el impuesto revolucionario de la mala conciencia. La hucha resuena: "¿un donativo?" Uno puede no dar y comerse la mala cara torpemente disimulada y el "tacaño" entre dientes, o dar y recibir en premio una sonrisa y esa pegatina mágica que no librará de más avispas solidarias.
Y en la cúspide social de este ejército de la beneficencia, las generalas del tinte enlacado, con derecho a silla, faldón rojo y bandejita de plata. Plantadas en sus mesas estratégicamente situadas, con los oportunos fotógrafos para documentar lo buenos que somos todos.
Y mientras, sus maridos siguen con su negocios. Esos negocios que, quizás y sólo quizás, generan las víctimas oprimidas a las que sus esposas pretenden redimir de la injusticia y la pobreza con cuatro miserables perras.
El Día de la Banderita en Marbella. Curioso concepto, ¿no?
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