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lunes, 14 de abril de 2008

Hola, soy el alcaide Duffy, ¿qué puedo hacer por ti?

De niño, Clinton Duffy tenía un sueño un tanto peculiar: quería ser el alcaide de la californiana prisión de San Quintín. Sin duda, porque vivía allí. No, no se alarme. No es que Clinton fuera un delincuente precoz. Simplemente, era el hijo de uno de los guardias de aquel auténtico "pueblo-cárcel". Tierra de contrastes brutales donde, por ejemplo, el pequeño Clinton jugaba con sus amiguitos en un parque muy próximo al edificio reservado a los reos más peligrosos del estado.

Pese a no dar el perfil de rudo y sanguinario director carcelario, Clinton Duffy hizo realidad su anhelo infantil. En 1940, se convirtió en el mandamás de San Quintín, aunque de manera provisional. Un mes hasta encontrar a alguien que realmente tuviera el carácter necesario para imponerse en aquel nido de serpientes.

Para espanto de todos, Duffy se apresuró en expulsar a los guardias más sádicos y prohibió el castigo físico a los reclusos. Además, se mezclaba con ellos en el patio y charlaba. Parecía confirmarse que había sido la elección menos idónea...¿O no?

Clinton Duffy tenía el don divino de saber diferenciar ser justo de ser blando. El que era culpable de un delito, pagaba su pena. Pero lo hacía como una persona, no como un animal. Esa fue la gran aportación de Duffy. Saber ser humano con todos, incluidos los 90 presos que fueron ejecutados durante su mandato. Duffy se encargaba personalmente de averiguar cuál era el último deseo del condenado y hacer que se viera satisfecho, costara lo que costara. Seguramente, también influyó su íntima oposición a la última pena.

Permitió a los internos tener radios en sus celdas,fundó el periódico de la cárcel y hasta creó un taller donde los reclusos hacían artículos de piel que luego se les permitía vender.

En 1953, tras 13 años en el cargo, Clinton Duffy abandonó San Quintín. En el momento de la despedida, un veterano presidiario, en representación del resto, estrechó su mano y le dio las gracias por todo. ¿Hay mejor premio para un alcaide?

San Quintín en 1910. Clinton tenía 12 años entonces.

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