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miércoles, 12 de marzo de 2008

Hacerse el torpe es muy hábil.

Las habilidades y/o capacidades son vistosamente placenteras a corto plazo, pero resultan ciertamente peligrosas a la larga. ¿Quién no disfrutó chuleándose con aquella primera grabadora de CDs? "¡Puedo pasar cualquier disco!", decía uno pleno de orgullo mientras nuestros amigos nos contemplaban boquiabiertos presa de la envidia.

Y entonces, llega el momento clave y germen de la hecatombe. Uno de los amiguetes te preguntaba: "¿Te podría traer yo un disco que tengo muy bueno, que le tengo un montón de cariño y que está descatalogadísimo y tú me lo pasas?" Uno, cegado por la vanidad consumista, afirmaba: "¡Claro, hombre, todos los que quieras!"

Sí, pasar el primero fue divertido, y hasta escaneaste la carátula para que quedara bonito. Pero, en cuestión de nada y sin darte cuenta, te encontraste con toda una pila de reliquias fonográficas de amigos variados encima de la mesa del ordenador. Entonces la cosa dejó de ser tan entretenida...

Moraleja: Yo esto no sé hacerlo, yo esa máquina no la tengo, yo aquel cacharro no lo entiendo.

"¡Maldición, la grabadora de DVDs! Será mejor que mantenga esto en secreto".

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