Dice la autorizada teoría académica de "Usted" (de la palabra, no de usted): "pron. person. Forma de 2.ª persona usada por tú como tratamiento de cortesía, respeto o distanciamiento". Para aquellos no iniciados en los milenarios conjuros filológicos, "la manera de llamar a alguien cuando se quiere ser educado o no hay mucha confianza que digamos".
Partiendo de esa base, aquel joven profesor de 25 años que un día fui juzgo oportuno tratar de usted a las madres en las entrevistas del colegio. Grave error, imperdonable osadía. Hablando claro, que les sentaba peor que si les hubiera escupido a la cara. "¿Tan vieja te parezco?", era su respuesta-reproche típico, mezclando inseguridad e indignación a partes iguales. No procedía intentar explicarles que intentaba demostrar mi respeto por todas unas señoras. Aprendí pronto la lección y me entregué al tuteo feroz. Nada mejor para la autoestima de una mamá que comprobar que el joven tutor de su niño aún la ve tan jovencita como él. Afortunadamente, con los papás me "usteaba" y me "usteo" sin queja alguna.
Pero todo esto es sólo una demostración del que el pobre "usted", poderoso y saludable en los años del pasado, como atestiguan las películas de la época, ahora se arrastra herido de muerte por nuestras conversaciones. Sólo se utiliza cuando hay obligación y orden de hacerlo. Dicho de otro modo, cuando uno es un cliente y nos quieren dar imagen de empresa seria.
Moraleja, la Academia debería revisar su definición de "Usted" y mutarla en algo de este estilo: "pron. person. Forma de 2.ª persona usada por tú exclusivamente cuando se quiere insinuar que alguien es de edad avanzada o cuando se está percibiendo dinero de él a cambio de un bien o servicio".
"¿Me da usted su número de telefóno?"
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