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miércoles, 12 de diciembre de 2007

Piromanía recreativa.

¿Qué hacían los pirómanos antes de que se descubriera el fuego? Seguramente, soportar a duras penas la imperiosa necesidad interior de hacer algo que no sabían qué era. Afortunadamente, algún espabilado anónimo y troglodita hizo la primera fogata. Al principio, todos se asustaron ante aquel misterio luminoso y caliente, pero pronto aprendieron de sus innumerables beneficios: hacer más sabrosos y comestibles los alimentos, combatir el frío, dar algo de claridad a las oscuras noches...también fue por aquel entonces que el típico enterado llegó a la conclusión teórica de que el agua haría todavía más fuerte al fuego. Y así, de un cubazo, hizo retroceder el progreso humano unos miles de años. Por suerte, nuestro amigo el espabilado consiguió una nueva llama, y, gracias al incidente, toda la raza humana aprendió dos importantes lecciones:

1-El agua apaga el fuego.
2-Si arrojas a las llamas, atado, a un enterado metepatas, chilla mucho al principio, pero se le acaban quitando las ganas de hacer experimentos.

Desde entonces hasta ahora, largo ha sido el camino recorrido junto a nuestro buen amigo el fuego. Hemos conseguido, hasta cierto punto, domarlo, pero todavía sigue dando demasiados disgustos en verano. El fuego nos permite comer caliente, duchar ardiendo e intentar ligar con las chavalitas más malas del barrio (siempre poniendo especial esmero en coger y usar el mechero de la manera más chulesco-macarril posible).

Sin olvidar, claro está, la principal ventaja del fuego para muchas (y algún mucho que otro): ¡¡¡Los bomberos!!!

A ver cómo le explico esto al del seguro.

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