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sábado, 1 de diciembre de 2007

Anatomía del insulto (Esos cabrones que te llaman cabrón).

En pocas actividades se es tan poco original como insultando. Cientos de millones de hispanohablantes, cada uno con sus propias circunstancias de enfado y enfrentamiento, y todas sus reacciones salen de una escueta gama de diez o doce palabras. Debe ser porque los nervios son el enemigo mortal de la creatividad.

Veamos cuál es el proceso del insulto: lo primero, atacar el origen. Tan sencillo como "gentilicio" (despectivo, a ser posible) añadiendo "de mierda". Si el particular en cuestión es de nuestra misma tierra, vamos a por el físico: "defecto físico" mas el "de mierda" reglamentario. Si tampoco se puede torear por ese pitón, no nos complicamos más la vida y recurrimos a uno de los elementos del trío clásico: Gilipollas, hijo de puta (hijoputa si se está muy, muy nervioso) o el tan españolísimo "cabrón", añádiendo a menudo el correspondiente "de mierda". Luego uno se puede adornar haciendo sugerencias vacacionales ("vete a.....").

¿No serían más bonito personalizar el insulto? Pensar en lo que realmente le pega a cada persona y no generalizar diciendo que su madre es una profesional del amor o que su mujer y el butanero son más que amigos los martes de 10:00 a 10:12. Sean originales, insulten con gracia. Digan: "proveedor oficial del tanatorio" a un médico o "te compraron una caja de Lego y no entendías las instrucciones" a un arquitecto. La imaginación es el límite.

La pega es que seguramente, la parte contraria no se sentirá igual de herida. Lo más probable es que le entre la risa o no entienda lo que le has dicho. Nada es perfecto.

Pensándolo mejor, ¿por qué no dejar de insultarnos los unos a los otros?

"La mayoría de la gente en Francia es atea. Debe ser que no le perdonan a Dios que les hiciera franceses". Insulto nacional aplicable a cualquier país, con la mínima modificación que usted supone.

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