No se precipite. Lo anterior es cierto y no hace falta que lo recuerde. Ya nadie duda de que la Navidad es, en realidad, una ocasión en que millones de personas celebran el nacimiento de alguien en cuya existencia no creen. Pero permítame intentar ser (algo) original. Permítame reconocer que, para mí, la Navidad es como cualquier otra época del año, sólo que con turrón, marisco y el tío Fabián pedo por las esquinas de casa. Porque, pienso, lo malo no es no ser bueno en Navidad, sino ser malo el resto del año (relea la frase, le garantizo que tiene sentido).
¿Qué lógica tiene ser un angelito dos semanas, si se es un belcebucillo cincuenta? Así pues, devoren centollo, beban etiqueta negra y acribillen a su tarjeta a compras. Pero, por favor, sean buenas personas. No sólo en Navidad, sino esos 4 de Febrero o 23 de octubre en que parece que el corazón no está para nadie.

En el Norte, Papa Noel trae a los niños la PS3, un DVD, un MP4 o cualquier otra sigla (Estamos en el siglo de las siglas). En muchos lugares del Sur, el regalo para los peques es una tregua. Un par de días sin matar ni morir. Con las armas que empresas de países como el nuestro les venden, por cierto. Quizás algún día de estos se pueda intentar hacer algo al respecto, si es que gravísimos problemas como la separación de una pareja de sangre azul o la vida judicial de chorizos de color rosa nos dejan algo de tiempo, claro está.
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