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miércoles, 28 de noviembre de 2007

La postura del misionero.

Se escribe y se habla de realidades cercanas, que son las que hacen más gracia: peripecias en un bar a las 4 de la mañana, olerse los calcetines al quitárselos o exámenes prácticos del carné de conducir. Debe ser por eso que casi nadie escribe de misioneros.

Los misioneros son gente que va a países con hambre de carne a saciar el hambre de espíritu. También son gente que va a luchar por la justicia enfrentándose a los poderosos propios y ajenos. Por último, y no menos importante, son gente que va a enseñar a leer, que es lo mejor que se le puede enseñar a un niño. He dicho lo mejor, no lo más práctico.

El caso es que uno se mete a misionero, pese a la oposición familiar (menos la tía-abuela Clotilde, que es del fondo sur de la parroquia) y el cachondeo de amigos y colegas (pobre del que crea que son lo mismo). Te mandan a África predicar. Lo más complejo deber ser explicarle a un somalí que se come un plato de arroz diario los días de amor y lujo qué es la gula.

La competencia más directa es la ONG de turno. Básicamente, hacéis lo mismo, sólo que tú todas las tardes das misa, mientras el de la ONG recorre a toda velocidad la autopista de la lujuria con una cooperante belga en la tienda de la Cruz Roja.

Quizás sea ésto último, que no se liga, la razón por la que tan poca gente se mete a misionero, o se interesa por la religión en general. Es bien cierto que misa es el peor sitio para "conocer gente". El 90% de los que van podrían ser tu abuela, y el otro 10, es, de hecho, tu abuela.

En fin, malos tiempos para las misiones, cada vez más "imposibles". (Banda sonora original ya sonando dentro tu cabeza).


El simpatico padre Freire con los alegres muchachos de la Fuerza Internacional de Ocupación...de paz, quiero decir.

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