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miércoles, 7 de noviembre de 2007

El día k murió la ortografía.

No se puede hablar de ortografía y contentar a todo el mundo. En una esquina del ring, los talibán de la lengua, para los que dejarse una tilde o una hache debería estar penado con de cinco a diez años (y un día) de reclusión mayor. En el otro extremo, la juventud fresca, imaginativa y rebelde. Generación SMS-Messenger. Ya sabe usted, ni vocales, ni mayúsculas...ni una sola pulsación de tecla superflua. Y mucha letra K.

Partiendo de esta base, uno puede unirse al discurso correcto y rancio de que nos estamos cargando nuestro bello idioma. Los que así piensan, parecen olvidar que dicho idioma no es más que ensalada de latín degenerado, con un chorrito de árabe y su pizquita de francés, inglés y otros condimentos léxico-semánticos varios.

O podría ir de alternaguay enrollado y defender que cada uno escriba como quiera porque la ortografía no es más que otro tentátulo del pulpo represor de nuestra sociedad podrida.

Pero yo, ni lo uno ni lo otro. Es cierto que no me gusta poner faltas de ortografía, más que nada porque he dedicado mucho tiempo y esfuerzo a aprenderla, y que se me parte el alma cuando veo España escrito con minúscula, pero también sé que una lengua pertenece a sus hablantes y ellos hacen y deshacen. Luchar contra esto es inútil.

En conclusión, parece que la ortografía española tal y como la conocemos tiene las horas contadas, por mucho (o un poquito) que nos duela. No quedará más remedio que adaptarse. Ls lenguas bibas sn asi.



Más allá de la penosa ortografía, hay vida inteligente.

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