Habitan en las tierras altas del Centro de Papua y llevan una existencia sencilla y pacífica, yendo de acá para allá solamente ataviados con sus característicos taparrabos. Lo único que, de cuando en cuando, un par de tribus quedan y se montan una batalla, pero más por vestirse de guerrero y echar unas risas que por matarse o conquistar territorio. Las pocas víctimas de estos combates son accidentales (que a alguien se le escapa la lanza y eso).
Tienen una largo etcétera de simpáticas tradiciones, que incluyen ponerse ciegos de cerdo o momificar al abuelo cuando muere (por unas monedillas, lo sacan para que lo veas). Por cierto, también es costumbre que las mujeres se corten dedos en señal de duelo cuando fallece un familiar (otra sucursal de Machismo sin Fronteras S.A.)
En fin, que si se lo quiere montar de Indiana Jones en sus próximas vacaciones y deslumbrar a las chicas de Administración, visite a los Dani en Papua. La gente normal puede seguir yendo al chalet de la playa.

Turista aventurero con un dani y la momia del tío-abuelo Aniceto. Al fondo, otro Dani a su bola. Como dijo el gran Paco Martínez Soria, "el turismo es un gran invento".
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