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lunes, 19 de febrero de 2018

El Hombre que le Empató a la Muerte (3).

Volvían a sonar las nueve en punto en la radio de la cafetería cuando el hombre de negro y caro hizo de nuevo su entrada triunfal en el pasillo del piso bajo del tanatorio central. Esta vez tan sólo le esperaba un empleado del tanatorio. El hombre de negro y caro había firmado ciertos papeles, y eso tranquilizó muchísimo el ambiente.

-Todo listo, espero.

-El coche de duelo le está esperando en el aparcamiento. Viene usted solo, ¿verdad?

-Exacto. Según lo previsto.

El empleado del tanatorio puso una cierta mueca de sorpresa. Aquello no era normal, pero el cliente -el vivo y el muerte- siempre tiene la razón.

-Muy bien, acompáñeme.

La extraña pareja tomó el ascensor hasta el sótano uno. Allí les esperaban el coche fúnebre y el gama alta de rigor para los familiares. Los dos chóferes se descubrieron para saludar gorra de plato en mano al hombre de negro y caro. Se había filtrado que aquel no era un tipo cualquiera.

-Cuando usted nos diga.

-Vámonos.

La breve comitiva recorrió el trayecto al cementerio a una velocidad inusualmente lenta para este tipo de trayectos. Los chóferes no querían correr riesgos. En efecto, la filtración incluía que el puesto de trabajo podría peligrar si se pasaban de listos. Llegaron al crematorio del cementerio. Nadie esperaba allí, salvo los empleados que se harían cargo del transporte del féretro. Estaban firmes, con el uniforme bien limpito y el pelo recién peinado, como reclutas en revista. Allí también había llegado la noticia de que el finado aquel no era un finado cualquiera.

Como la célebre vaca lechera.

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