-¿Y de qué dices que conoces a esta señora?
-Estaba el día que inauguraron la estatua de Magnolia Glenn. Se hizo una foto con el presidente y me dejó estas señas para que se la mandara. ¡Menos mal que las tenía en el bolso!
-En fin, es mejor que nada, especialmente dadas las circunstancias.
-Y además que pilla cerquita de tu escondite.
-Pero, de todos modos, no te pares. Sigue caminando, con prisa pero sin cara de tenerla.
-Ya.
-Dale, periodista.
-Ahí mismo es.
-¡Bonita ratonera! Anda, llama al telefonillo.
(pipipi)
-¿Sí?
-¡Hola..., le traigo la foto que hizo con el presidente el día de...!
-¡Vámonos! -cortó Kewabó.
-¿Qué dices?
-¡Tira!
-¿Pero?
-¡Una corazonada, joder! ¡Han contestado muy pronto, como si nos estuviera esperando!
-¡Corazona correcta, Kewabó! ¡Siempre fuiste el mejor, joder! -sonó potente la voz de un gigantón de gabardina, sombrero y pistola en la mano. Se había abierto la puerta del portal y de inmediato todo aquello se llenó de policias. Ninguno de los dos, ella por aturdida y él porque sabía que era inútil, se resistió al arresto.
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