12.El
tiro de cámara por la culata.
La búsqueda de la verdad
siempre ataca por sorpresa. El intrépido periodista tenía la
operación perfectamente preparada: aprovechando que había un
encuentro deportivo en el patio, se pasearía libremente por él
haciéndose pasar por un espectador visitante. Buscaría a Álvaro y
sus compañeros. Empezaría a hacer preguntas de esas que parecen
inofensivas y banales pero que arrancan respuestas, y todas quedarían fielmente registradas por su cámara oculta. Con un poco suerte,
puede que no le hiciera falta hablar, con un poco de suerte las
imágenes -una burla, un empujón, un vació- hablarían por sí
mismas. Ahí estaba la niña aquella. ¡Maldición! Mejor que no le
viera, que tenía cara de lista, y las niñas así suelen poseer
memoria fotográfica.
Se refugió convenientemente en
una esquina del patio, detrás de una columna. Allí estaba plantado
un chaval, con pinta de tener la edad de Álvaro, y con pinta de
pánfilo.
-¡Oye, tío! ¿Qué tal equipo
tenéis? Soy un papá del otro cole y nos hace falta ganar como el
comer, macho.
-No se haga muchas ilusiones,
jefe. Tenemos a tres tíos cojonudos.
-¿En serio?
-Ponce, Galeno y Jorco son
brutales. No sé cómo seréis, pero seguro que las vais a pasar
canutas.
Los gallitos del corral, sin
duda, y muy probablemente los directores de todas las agresiones
contra Álvaro. Habría que seguirles la pista de cerca y, quizás,
hacerles un par de preguntas.
-¡Joder, me dejas preocupado!
-Pues sí, somos la caña.
Bueno, todos menos uno, que es más malillo y le acaban de meter en
el equipo. Hoy es su primer partido.
-¿En serio? ¿Y cómo es que
le han hecho ficha?
-Supongo que le gusta el
fútbol-sala y en este cole se apoya a la gente para que sea feliz.
¡Qué respuesta tan correcta y
rara viniendo de un escolar! El sexto sentido periodístico de aquel
hombre empezó a pitar como la alarma de un submarino herido de
muerte.
-¿Cómo se llama el tío ese
tan malo?
-Llamarse, llamarse, se llama
Álvaro, pero los colegas le decimos el Módulo. Es un mote
cariñoso.
-¿Un mote cariñoso?
El intrépido periodista
dirigió la mirada hacia el terreno de juego asfaltado. El equipo
local hacía su entrada procedente del gimnasio, entre los calurosos
aplausos del veinte por ciento de papás y mamás fanáticos que
acuden a este tipo de partidos. El resto siguió charlando
tranquilamente. El intrépido periodista confirmó su sospecha: era
una trampa.
En pista, el Módulo corría
con el resto de sus compañeros para calentar antes del partido,
aunque de sobra sabía que él lo que iba a calentar era el
banquillo. Y tampoco es que corriera exactamente “con el resto”,
lo hacía un par de zancadas por detrás del grupo, aunque la razón
era el fondo físico y no de rechazo social. En cualquier caso,
corría con una gran sonrisa en el boca. Era la viva imagen de la
felicidad.
Desde la ventana de su despacho
-la cual, obviamente, dominaba todo el patio- el Caimán observaba al
intrépido periodista. El Caimán sonreía satisfecho. Aquel
gilipollas no sabía con quién se había jugado los cuartos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario