-¿Ése es?
-Ése mismo.
El grupito de monitores dirigió su insana curiosidad al muchacho que trabajaba sonriente en su silla. La modelo de turno, visiblemente nerviosa, no movía un músculo. El resto de la cola, la larguísima cola, murmuraba plena de excitación.
Un monitor volvió a mirar el pedazo de papel que le había faciliado su espía, y luego miró al propio sujeto con la esperanza de que el parecido hubiera desaparecido. Pero no, no fue así. Seguían siendo como dos gotas de agua.
-¿Y cuánto dices que cobra por cada papel pintado como este?
-Un poco menos de lo que vosotros por cada opinión.
-Ya.
-Y, claro, la gente dice que prefiere esto porque...
-Sí, sí, es obvio lo que está pensando la gente.
Desde la llegada del tipo aquel, nadie había pisado el despacho de aquellos monitores. Y no era el único, la maldición se había propagado por todo el gremio, por eso habían mandado a aquel espía a fisgonear.
-Quizás, si bajarais vuestros precios...
-¡No seas imbécil, esta imagen es mil veces mejor que mis palabras!
-¿Y qué vais a hacer?
-Ir a buscar a Kadbel, él sabrá qué hacer.
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