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domingo, 16 de agosto de 2015

Odio Semiesquina a la Locura (2).

Todo había empezado cuatro años antes. Fue por casualidad, si es que eso existe realmente en la Historia, o quizás por infortunio, si es que eso existe realmente en la vida. En cualquier caso, la cadena de acontecimientos había girado con rapidez: un Rey prematuramente inhabilitado por una enfermedad mental, una hija mayor flamante treintañera que, abrumada por el inesperado jarro de responsabilidades y deberes, decide renunciar a dar el relevo y -en su lugar- toma los hábitos carmelitas; una hija pequeña de veinte y muchos que ya tiene su vida en Londres y no quiere saber nada de la Patria y sus asuntos (si ya decía el padre que mandarla allí a hacer la carrera universitaria había sido un error, pero la mamá se empeñó).

La hermana mayor del soberano había fallecido en aquel terrible accidente, por lo que el siguiente en la línea sucesoria era...él.

"¡Vamos, no me jodas!"

Esas son las palabras que debía registrar la Historia como las pronunciadas por el nuevo soberano al recibir la noticia de que iba a ser coronado.

Y, desde luego, éste no pensaba renunciar al chollo. No es que lo que había encontrado en aquel banco estuviera tan mal (de hecho, llevaba meses sin aparecer por la oficina y la nómina seguía llegando), pero nada en comparación con lo de ser rey.

"¡Joder, esto habrá que celebrarlo!"

Fueron sus siguientes palabras, seguidas de unas cuantas llamadas teléfonicas. La juerga ya estaba en marcha.

Una farra para recordar, aunque nada en comparación con la que precedió a la ceremonia que le convirtió en rey, seguramente el primero de la Historia que asistía a dicho acto de empalme.

¡¡¡Viva el Rey!!!

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