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miércoles, 22 de julio de 2015

La Estrategia del Pez Globo.

El plan de la Madre Naturaleza, ejecutado por la Evolución, estaba claro y, en honor a la verdad, había sido efectivo y beneficioso: millones de años de malas experiencian le había transformado (como a todos los de su especie) en un pececito soso y anodido, con unas escamas de un color que se mimetizaba con el del agua del mar. Por tanto, pasaba absolutamente desapercibido para sus posibles depredadores, que podían bucear a escasos metros de él sin percatarse de su presencia.  En otras palabras, que sus escamas le salvaban el pellejo.

La malo era, claro está, que tampoco era nada fácil llamar la atención de las hembras. Las chicas, ya se sabe, suelen gustar de los colores vistosos. Y él era más azul que el aburrimiento mismo.

Afortunadamente, la Naturaleza aprieta pero no ahoga (no es sencillo ahogar a un pez) y a los machos de su especie se les había dotado de una astuta alternativa para aquello del ligue.

Por desgracia, resultaba tremendamente cansada.

Días y días le tocaba pasarse nadando en círculos, arrastrando arena para acá, barriéndola para allá. Todo un esfuerzo sobreacuático para que la dichosa hembra se percatara de sue existencia y le confiara sus huevos.

Se detuvo unos segunos a contemplar su obra. Aunque los peces no son lo sufientemente inteligentes (o quizás, demasiado) como para ser vanidosos, lo cierto es que experimentó algo parecido al orgullo.

Sí, era una pesadez, pero daba los frutos apetecidos.

Una sombra repentina generó una noche pasajera. Era un bicho de esos que flotaban en la superficie e iban tripulados por esas raras criaturas anfibias que cazaban a otros peces. No obstante, él estaba tranquilo, pues no era ni bello ni sabroso.

Pero, no obstante, seguro que le podría enseñar una o dos cosas a esos humanos que maquillan su cobardía de excusas.


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