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lunes, 27 de julio de 2015

La Jaulita de Oro.

-¿Ordena algo más, don Alonso?

-No, nada más, "Escorpión", te puedes ir.

-Como usted mande, don Alonso.

-Toma, anda, para que te los fumes a mi salud, una cajita entera. Cubanos, ¡cojonudos! Me los ha mandado un amigo, que el muy gilipollas no se debe de haber enterado de que lo he estoy dejando. Mira, otra ventaja de que te metan en la cárcel, que uno se puede poner a este tipo de cosas. Fuera, con el estrés, no hay manera.

-Muchas gracias, don Alonso.

-¡Y cierra la puerta de la celda al salir!

-Descuide, don Alonso.

El inquilino de la lujosa celda devolvió su atención a su invitado.

-El "Escorpión", un tío legal, por mucho que le hiciera lo que le hizo a aquellos pobres hombres. No me sale barato, pero me presta un buen servicio. Aunque, caro, caro, me sale el "Chuck", pero si uno quiere dormir a gusto en este sitio, me quedaba otra.

-Un interno, presumo.

-Más que eso, el que realmente gestiona todo este chiringuito.

-¿Y el director de la prisión?

-Ese pinta bien poco, por no decir nada. ¡Fíjese que ni le pago!

-¿No?

-Bah, un par de telefonazos para hacerle unos favorcillos y ya le tenía para siempre de mi lado.

-Entonces, no está usted tan mal aquí.

-¡Aquí se está de puta madre! Hombre, los veinte años que han caído, no; pero los catorce meses que realmente voy a cumplir se pasan sin problema. ¡Si hasta estoy haciendo una cura de adelgazamiento!

-¡Pues nadie lo diría, con la bandeja de marisco que nos ha traído el "Escorpión"!

-Eso es de parte de otro amigo, y no se lo voy a despreciar. Es que, verá usted, yo tengo muchos amigos...

-Entiendo.

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