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jueves, 2 de octubre de 2014

La Tesis de Adri (1).

El viejo cómico se dejó caer sobre la silla de tijera y comenzó a quitarse la poca pintura que se había plantado en el rostro. ¿Para qué darse más? Unas cincuenta personas escasas en una sala de cuarta no lo merecían. Aunque, por otro lado, les tenía que estar tremendamente agradecido: comía gracias a esa gente capaz de reírse durante cuarenta años de los mismos chistes malos de siempre.

-Toma, artista, tus cien pavos.

-Gracias, jefe.

-Por cierto, hay un chaval que quiere hablar contigo.

-Pues nada, que pase.

Seguramente, querría un autógrafo, seguramente para su padre o su abuelo. La juventud se había olvidado de él, o, mejor dicho, jamás había llegado a conocerle. Los días de gloria habían sido mucho antes de que ellos nacieran.

-¿Señor Herráez?

-Llámame Tony, coño.

-Muy bien, Tony. Mire...

-De tú, joder, que estamos entre perdedores.

-Vale, Tony, mira, Me llamo Adrián Alfonso Júcar y soy un grandísimo fan de todo tu trabajo, en especial de las películas.

-¡No jodas!

-Sí, mira, resulta que las he visto todas cientos de veces, y ahora voy a hacer una tesis doctoral sobre el impacto que una de ellas, "Los salseros playeros", tuvo en la sociedad nacional.

-¿"Los salseros playeros"? ¡Anda, no me jodas, chaval! ¿A ti no te han explicado en la universidad la clase de infecta bazofia que es eso? ¡Lee cualquier crítica y te enterarás!

-Yo no creo que sea tan mala, Tony. De hecho, creo que -a su modo- es una obra maestra. ¿Estarías dispuesto a echarme una mano con mi tesis?

-Tú, mismo, chavalote, pero te van a cascar un cero más grande que mis pelotas.

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