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martes, 8 de abril de 2014

El Apagón Universal.

Al igual que había hecho a las flores de mil olores y a los animales de mil formas, Dios decidió que las personas también debían ser diferentes: los hizo hombres y mujeres, altos y bajos, gordos y flacos, y les pintó la piel de muchos colores diferentes.

"Así seréis todos especiales, porque seréis todos diferentes. Así, el mundo nunca será aburrido."

Pero, entonces, los hombres y las mujeres empezaron a sentir miedo de los que no eran como ellos -porque las personas no sabían que no hay que temer a lo diferente- y el miedo llevó al odio, y el odio a la ganas de hacer daño. Y fue entonces que los flacos empezaron a meterse con los gordos, y que los altos se burlaban de los bajos y todos se reían de aquellos que tenían un color de piel diferente al suyo.

Y eso hizo que Dios se pusiera muy triste, y decidiera dar una lección a toda la Humanidad.

En aquella época siempre era de día, porque la luz es vida y alegría, dos cosas que le encantan a Dios y que había decidido regalarle a todos los seres humanos.

"¡Qué se oculte el Sol!", ordenó Dios, y, por primera vez en la Historia, se hizo de noche.

Los hombres y la mujeres se asustaron mucho, pues no sabía qué era aquello.

"¡No podemos ver, ¿qué ha pasado?", decían unos.

"¡Es el final, el mundo se acaba!", lloraban otros.

Y, como siempre hacían, las personas se acordaron entonces de Dios y le empezaron a rezar.


-¡Padre nuestro, devuélvenos el Sol! -le rogaban.

-Si veros los unos a los otros sólo os sirve para haceros daño, es mejor que no tengáis luz. Pasaréis todo el invierno sin veros, y espero que eso os sirva para que aprendáis a ver con el corazón, y no con los ojos. Pasado ese tiempo, decidiré qué hago.

Cuando se marcharon los fríos, Dios volvió a hablar a los hombres:

"¡Estoy muy contento con vosotros, pues habéis aprendido a vivir sin juzgar a las personas por cómo son, y sí por cómo se comportan y sienten!. Por eso, os devuelvo la luz del Sol, pero cada día haré que las tinieblas caigan sobre la  tierra un ratito, para que recordéis esta lección tan importante que os he enseñado.

Y por eso hay noche después de cada día, para que todas las personas nos acordemos de que Dios quiere que veamos a las personas no con los ojos, sino con el corazón.

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