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sábado, 14 de diciembre de 2013

El Asunto Maryonat (3).

Sin duda, el tipo aquel estaba chocho, pero le había ofrecido enseñarle la cueva donde -decía él- Maryonat había estado escondido y, después de todo, Camel no tenía nada mejor que hacer y un paseo por el campo siempre es agradable.

-¡Mire, aquí esta la entrada!

Camel llegó unos segundos más tarde, y tardó unos más en recuperar el aliento. ¡Caramba con el abuelo!s

-¿Y dice usted que Hugo Maryonat vivió aquí?

-Unas semanas, junto a un par de compañeros, cuando huían de la policía. Luego se fueron.

-Sí, a ese sucio dictador de Boersen y sus secuaces nunca les gustaron las ideas del joven Maryonat y su gente.

-¡Ni tampoco que fueran por ahí matando gente, supongo!

-¿Cómo "matando gente"?

-Sí, hombre, ellos mismos me lo dijeron.

-¿Qué le dijeron?

-¡Pues que habían matado a dos policías, una pobre mujer y a su niña inocente en un tiroteo!

Las tonterías del vejete empezaban a pasar de castaño oscuro.

-¡Qué tonterías dice usted! ¿Por qué habría usted de saber que se ocultaban aquí y que eran responsables de esos crímenes?

-Pues porque yo trabajaba de pastor, los vi y les eché una mano. Y, en lo referente a lo otro, aquí tiene usted las pistolas. Se llevaron dos cada uno, y dejaron estas de reserva. Dijeron que vendrían a por ellas, pero nunca lo hicieron.

Allí en una esquina, había, en efecto, un puñado de armas de fuego. Y parecían, por diseño y roña, que eran muy, muy antiguas.

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