-¡No hagas bromas con eso, Mitch!
-No estoy bromeando, Tadeus.
-Pero, ¡si te pillan...!
-Ya, lo más probable es que me despidan y vaya a la cárcel. En la práctica, los únicos cambios en mi vida serán que no me pagarán por estar aquí y que no podré irme a dormir a casa.
-¡Es demasiado riesgo, no lo puedo consentir! ¡Si el gobernador ha decidido que he de morir aquí, aquí morire! Además, que parece que ya me queda bien poquito...
-Tú me has hecho un montón de favores, deja que te haga yo uno.
-Pero...
-Mira, Tadeus, todo hombre que va a morir tiene derecho a una última voluntad, y yo soy experto en eso...
-No sé qué decir...
-¡Pues di que sí! Este cochino estado se ha lavado las manos y ha cargado sobre mis espaldas la patata caliente de matar a hombres, pues ahora yo me tomo la libertad de dejar morir en libertad alguien que moralmente ya ha cumplido su pena.
-Sigo sin saber qué decir.
-Ahora di "gracias"
-Muchas gracias.
-Bueno, no perdamos el tiempo. ¡Que comience la comedia!
-Vamos allá...¡Hijo de puta, te mato, hijo de puta! 
-¡¿Qué haces?! ¡Déjame, déjame!
De inmediato, dos guardias, alertados por los gritos del alcaide, entraron en el despacho y redujeron a Tadeus Brady.
-¡Metedle en la celda de aislamiento, muchachos!
 
 
 
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