Lo de "Mocoso" le venía por haber debutado con apenas 16 años en Primera División. No es que hubiera sido de los mejores, pero se movió por dignidad por los campos de juego hasta los 35 años.
De entrenador le había ido mucho mejor. Llevaba 12 temporadas y un buen puñado de títulos, alguno internacional incluido.
"El Mocoso" Garrido estaba en la cumbre: el mejor entrenador con el mejor equipo.
Era la última jornada de la Liga y "El Mocoso" y sus hombres -en apariencia- ya no se jugaban nada, pues eran campeones desde dos semanas antes.
Pero las apariencias engañan.
En aquel encuentro final de la temporada, el club local se jugaba la vida. o, lo que es lo mismo, bajar o no a la segunda división, por primera vez toda su centenaria historia. El empate les bastaba, pero una derrota era fatal de necesidad.
No era la primera vez que "El Mocoso" iba a pisar aquel césped. Lo había hecho en mútiples ocasiones. De hecho, hacía más de 30 años -siendo apenas un novato- lo había pisado como jugador local. Ese club lo había fichado con apenas 18 años.
"El Mocoso" sólo había estado allí una temporada, sin duda la peor de su carrera profesional. No le habían tratado bien, y lo habían echado peor. Lo habían humillado, se habían burlado de él. Le habían hecho sufrir de verdad.
Grave error.
Hasta ahora, "El Mocoso" se había tenido que conformar con un puñado de victorias en aquel campo llegando como entrenador visitante -aunque jamás marcó gol como jugador-, pero nunca había tenido la oportunidad de hacer daño de verdad.
Hasta aquel momento.
"El Mocoso" Garrido era un buen tipo, de los que no creen en la venganza. Pero en el deporte la venganza se llama revancha. Y nada hay de inmoral en ejecutarla.

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