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martes, 16 de octubre de 2012

Pararle un Penalty al Diablo.

Los jóvenes guerreros -o aspirantes a serlo- siempre miran con reverencia, preguntan con curiosidad y escuchan con admiración a los soldados veteranos, a los que han estado allí.

-¿Cómo es, mi comandante?

-¿El qué, teniente?

-Ya sabe...¡Que le disparen a uno y no consigan darle!

-Mucho mejor que que le disparen a uno y le den. Pregúntele al sargento Thomas si no me cree, aunque me temo que precisará de una medium para eso.

El teniente rio de buena gana. A los jóvenes guerreros -o aspirantes a serlo- siempre les gustan las bromitas perfumadas de exceso de masculinidad y chulería.

-¡Apuesto a que no hay ninguna sensación como estar bajo el fuego enemigo!

-Bueno, teniente, es de las más intensas que conozco, aunque me temo que no la más bonita.

-¿Cómo es entonces?

-Lo quiere saber, pues mire, que te disparen sin alcanzarte es como pararle un penalty al Diablo. Nunca lo he hecho, claro está, pero es exáctamente como me imagino que debe de ser.

-¡Pararle un Penalty al Diablo! ¡Joder, qué frase, mi comandante! ¡Me la voy a tatuar en el brazo!

-Estupendo, teniente, sin duda será un soplo de aire fresco en este mar de brazos con águilas imperiales y supuestas novias en bolas.

-¡Algún día yo también lo experimentaré: yo también le pararé un penalty al Diablo!

-Sinceramente, teniente, espero que no y, sobre todo, espero no estar allí para verlo. En confianza le diré que no es tan divertido como parece, aunque, claro está, esto que se quede para usted y para mí. Y ahora, si me disculpa, tengo una paz que mantener del modo más pacífico posible. Tiene usted mi permiso para pagar mi consumición, por cierto.

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