La carcajada resonó poderosa y burlona en todo el valle de lava.
-¡Lo sabía, lo sabía, sabía que te encontraría aquí, general!
El General -mejor dicho, sus seguidores, los miles de seguidores que le acompañaban allí- reaccionaron de inmediato y salieron disparados a por el recién llegado.
Pero, claro, éste también tenía una buena turba de partidarios que le habían precedido, y que se aprestaron a defender a su lider.
Sólo la rauda llegada de las Legiones Infernales, que se interpusieron entre ambas facciones, impidió la batalla campal.
-¿Ya estamos? ¡La madre que me parió! -intervino el Centurión Infernal- ¿Qué les tengo dicho a todos ustedes? ¡Que ni se me acerquen los unos a los otros! ¡Y usted, camarada, acaba de llegar y ya me está montando una Guerra Civil!
-¡Pero si es que tiene una gracia que te meas! Ése y todos los suyos, toda la vida tan santitos y tan píos, tan haciéndole la pelota a "El de Arriba". ¡Y mire dónde han acabado!, ¡pudriéndose en el Infierno con los ateazos como yo!
-¡Sí, pero por lo menos hay Dios, tanto que lo negabas! -respondió gritando a pleno pulmón el General.
-Pues mira, imbécil, si está para castigar a gente como tú y como yo, hasta me alegro. ¡Lastima que me perdí la cara que pusiste cuando te mandó aquí abajo! Me imagino la escena: tú, de rodillas y montándole el numerito piadoso, y Él diciéndote: "¡Ser creyente es mucho más que creer en mí, amigo!" o "No me hace ni pizca de gracia que vayan matando a gente en mi nombre, ¿sabes?" A mí, en cambio, me despachó rápido: "Esto no es para usted, señor. Mejor le mandamos para abajo, que allí tiene más amistades".
Esta vez, el General en persona se lanzó a por el recién llegado. Y tuvo que ser el propio Centurión Infernal el que interviniera.
-¡General, que se esté quieto, coño, que ya no está usted para estos trotes! ¡Y ni se le ocurra llamar a los otros generales, que la tenemos, y gorda!
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