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viernes, 28 de septiembre de 2012

Historias de un Colegio Imaginario que Jamas Existió: Como Auténticas Regaderas.

En los ratos sueltos entre clase y clase que se viven en la sala de profesores, uno busca la manera más productiva de perder el tiempo, o, al menos, de intentar que los relojes corran en vez de andar.

José Luis Trestuestes corrige, pero sin demasiada pasión, mientras que "el Isma" ojea con tedio y envidia el catálogo de una exposición pictórica de campanillas -¡lo que habría dado él por colar alguno de sus cuadros en uno de ésas!- y Don José mirá al cielo encapotado por la ventana, como si fuera el mismísimo general que va a dar a las nubes la orden de llover al grito de: "¡abran agua, señoras!"

-¡Jo, Isma, Torrechaga debe ser un figura en lo tuyo, porque aquí me pone que quiere ser pintor de mayor! -"El Trestuestes" rompió el silencio, a él le hace falta bien poco para declarar la cháchara inaugurada.

-Bueno, no es malo y le pone mucho esfuerzo e ilusión, pero llegar a ganarse la vida con esto...

-Ya, es muy difícil...

-¡Qué me vas a contar! -respondió la Melancolía en persona por boca de Isma.

"El Trestuestes" agachó la cabeza y la conversación: había metido toda la pata en una herida que todavía no había terminado de cicatrizar, y que quizás jamás lo haría. En esos casos, la experiencia le dictaba que era lo mejor que podía hacer.

-Es normal, todos de muchacho hemos creído que teníamos mucho talento, hasta que un buen mal día te das cuenta de que no. Entonces, dejas definitivamente de ser joven -sentenció Don José sin parar de pasar revista a sus tropas celestiales.

¿Cómo responder a eso? Silencio.

Silencio que sólo podían romper el timbre que anunciaba la siguiente clase y el propio Don José, por supuesto.

-Creo que para eso me metí a profesor: puesto que jamás florecí, al menos tengo la esperanza de ser el agua que riegue a otras semillas, semillitas que están enterradas bien profundas bajo un millar de cosas, y que sólo brotarán si se las riega con ilusión. Sí, eso somos -o deberíamos ser- nosotros: regaderas, y no sólo estar como ellas. En fin, está empezando a llover ahí fuera, y esperemos también que aquí dentro. Puede que haya semillas de genialidad -o al menos de talento- encondidas entre las piedras de las aulas, ¡vamos a regar un poquito, señores!

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