Aunque, como ya quedó escrito, parece que un equipo de fútbol no puede correr peor suerte que ser arbitrado por el señor Campanero Breviario, no es así.
Jorge Solís Solana, árbitro de regional rural profunda, siempre fue un niño contradictorio y paradójico, y de mayor no se le ha pasado. Él siempre quisó ser jugador de fútbol, pero, vaya usted a saber la razón, se metió a arbitro (aunque dicen las malas lenguas que lo hizo porque era tan malo que ningún equipo le quería).
No obstante, él no renuncia al gusto de tocar el balón, por lo que, además de arbitrar, participa en los partidos como jugador. "Árbitro-jugador", ésa es la demarcación por él inventada, aunque no por ello se adulteran los partidos, pues juega una parte con cada equipo y en ambos periodos pone el mismo empeño e interés. En sus propias palabras, "lo último que puede desear un buen colegiado es influir en el marcador de un encuentro, y yo jamás lo hago. Excepto cuando meto algún gol, claro".
En cualquier caso, pocos son los tantos de los que Solís Solana es autor, pues es su posición natural es la de defensa central, por lo que sólo suele anotar de cabeza tras servicio a balón parado, aunque, como él mismo recuerda con cariño, en una rara ocasión se lanzó al contrataque en compañía de dos compañeros y logró rematarlo con éxito de meritoria volea. Pero fue la excepción que confirma la regla, porque Solís Solana es tirando a muy torpón, le cuesta horrores dar un pase corto en condiciones, y en los desplazamientos largos siempre acaba mandando el cuero a la caseta de refrescos que hay en todos los campos de regional.
Por lo que a defender se refiere, aunque no es demasiado leñero, si es cierto que Solís Solana en alguna que otra ocasión se ha visto en la dolorosa obligación de auto-amonestarse tras una patada a destiempo, e incluso, en jornada de infausto recuerdo, se vio forzado a auto-expulsarse por doble amarilla tras sendas entradas muy duras al escurridizo Manolito Zanjas. El partido, a falta de árbitro principal, lo terminó de pitar uno de sus jueces de línea.
Dicen las malas lenguas (¡qué pesadas!) que, en los descansos o después del partido, han visto a Solís Solana auto-protestándose muy airado mientras se miraba en el espejo del vestuario.
Pero no haga caso, que las malas lenguas son muy malas (como no podría ser de otro modo).
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