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miércoles, 18 de abril de 2012

Sueños de Saldo.

No era la novela de su vida, ni tan siquiera era un novela. Era una biografía de Julio César (sí, el romano) que le habían encargado de una editoral de esas que editan baratito. Pero, ¡qué caramba!, al menos su nombre estaba en letras de molde en la portada de un libro (aunque escrito bastanta más pequeño que el del célebre general latino), y eso siempre hace ilusión.

La biografía le había costado un año de su vida, pero la había escrito más por la ilusión de verse publicado que por la miseria que le pagaron. Tampoco le podían dar mucho más: la colección "50 Biografías Claves de la Historia Universal", se vendía -en la sección de oportunidades de las librerias y las grandes superficies- a 3 euros la unidad (llévese 2 por 5, o 5 por 10).

E incluso así, aunque un año entero de su vida valiera menos que una hora de trabajo, él se pasaba por un centro comercial que había cerca de su casa y comparaba tacos: "¡Vaya, el de Franco está más bajito que el mío! ¡Claro, es que ése interesa mucho más!", se decía mientras cuadraba amorosamente los ochos tomos de su montón, como quién arropa a un hijo que se ha ido a dormir.

Y entonces pasó lo que tenía que pasar, que hubo que hacer limpieza y liquidación de material, y la susodicha serie de hagiografias de santos laicos empezó a ofrecerse por 1 euro la unidad, (o la colección completa por 30).

La masacre de ocasión duró un par de semanas, y luego la colección desapareció para siempre.

Él no volvió a publicar nada, principalmente porque la editorial que editaba baratito se fue a la ruina (¿a quién le interesa una biografia de Julio César en estos tiempos?) y no le llamaron de ningún otro sitio.

Pero, no obstante, mientras sella formularios o le dice a un señor que le falta un papel, él sonríe recordando que, en alguna parte, un libro con su nombre habita en una biblioteca.

(Cogiendo polvo, pero de eso prefiere no acordarse).

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