-Mira, en ese pub parece que tienen puesto el partido. ¡Vamos a meternos!
-Muy bien.
-Buenas, jefe. Un par de pintas de cerveza.
-Marchando...Ustedes no son de por aquí, ¿verdad?
-No...Españoles...
-¡Catalanes, Pau, catalanes!
-¡Si le digo catalanes, no se entera!
-¡Claro que sí! ¡A que conoce usted Cataluña!
-Por supuesto, estuve por allí hace mucho tiempo, en 1982.
-¿Ves?
-¿Y le gustó?
-Mucho, me lo pasé muy bien. Fui con unos amigos.
-Bueno, vamos a concentrarnos en la final, que está a punto de empezar...
-Sí, ¿usted con quién va, jefe?
-Me da un poco igual. Yo soy del Aston Villa, y si no juegan...
-Ya, ya he visto que tiene usted ahí una foto del Villa...Un poco antigua, ¿no?
-Bueno, le tengo cariño a aquel equipo en particular.
-¡El pitido inicial, Josep!
-Sí, la final de la Copa de Europa: ¡El partido donde cualquier futbolista puede lograr la inmortalidad! Si consigues "La Orejona", serás recordado y admirado por los buenos aficionados como nosotros por siempre jamás.
Detrás de la barra, el dueño del pub no pudo reprimir una sonrisita irónica. Miró de reojo a la pantalla y le entró la nostalgia de todos los años por el cuerpo. Él sabía bien lo que era tocar aquel trofeo. Lo había ganado con el Aston Villa allá por 1982. Y también la Super Copa de Europa, arrebatándosela al Fútbol Club Barcelona. Pero de todo aquello, del fútbol, de la gloria y los aplausos, hacia ya tres décadas. Le quedaban un montón de maravillosos recuerdos, algunos amargos y el capitalito que le permitó comprarse una bonita casa y poner un pub con el que ganarse la vida.
Pero, había quedado bien patente, lo de la "Inmortalidad" no era más que un grandísimo cuento chino.
No hay comentarios:
Publicar un comentario