Azarías Romera se colocó -flanqueado por don Álvaro y Espinosa- en un discreto banco al fondo a la derecha, con el fin de poder conspirar más tranquilos. Además, en ese tipo de ocasiones, lo realmente importante es que te vean al entrar y al salir.
(-¡Alvarito, qué bien poder formar parte de la lista electoral de Piñaceira!)
(-¿Qué dices, Azarías? ¡Si precisamente lo primero que vamos a hacer es cargarnos a ese tío!)-Intervino Espinosa.
(-¿Cómo? ¡No entiendo!)
(-Piñaceira es un gilipollas que no conviene a nuestros intereses. Nuestro hombre es Álvaro Burquera).
(-¿Burquera? ¡Pero si ése es fiel a Piñacerira hasta la muerte!)
Espinosa consiguió disfrazar su carcajada de ataque de tos, aunque sólo a medias.
(-Burquera está deseando quitarse de en medio a Piñaceira para poder mandar el).
(-¡Pero...Piñaceira es un líder sólido, todo el partido le apoya).
Esta vez, lo de disimular le salió mejor a Espinosa. Debió ser la práctica.
(-En el partido hay una lucha interna del carajo, Azarías. Y de ese río revuelto vamos a ganar los pescadores de Garborsa).
(-Pero, ¿cómo lo vais ,vamos, a hacer?)
(-Sencillo, si tú nos ayudas. Azarías).
(-Claro, claro, ya sabéis que yo estoy con vosotros a muerte en todo lo que haga falta!)
(-Estupendo, amigo. No esperábamos menos de ti).
(-Lo primero, Azarías, es que invites a Piñaceira a visitar tu fábrica. Ya tenemos preparada la carta para que la firmes. Le garantizamos prensa y flashes, así que no se negará. En el fondo, le encantan esas chorradas publicitarias).
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